miércoles, 3 de julio de 2019

LA DESIGUALDAD DE JENSEN

Recuerdo mis años olímpicos, esa alegría que emanaba en mi interior al probar y descubrir nuevas inquietudes. Gran parte de ellas giraban en torno a la prueba de desigualdades, problemas preciosos que siempre te sorprendían y amenizaban la tarde. Para lidiar con ellos aprendías a usar distintas herramientas, maquinaria de mayor o menor potencia, desigualdades con nombres y apellidos, habituales en las mentes de aquellos que se autodenominan "olímpicos". Una de estas desigualdades con derecho a nombre propio que siempre llamó mi atención es la desigualdad de Jensen, no entraña un concepto complicado, quizás, tampoco sea la herramienta más sofisticada ni la más usada (ese derecho queda reservado a otras) pero cuando lees esas palabras en una demostración, "desigualdad de Jensen", sabes que ha merecido la pena echar unas horas en tu problema, que la espera y el esfuerzo empleados merecieron la pena. Tu problema se resolverá con una de esas cosas a las que nos gusta referirnos como "ideas felices", o como nosotros entendemos en un lenguaje más mundano, lo que estás a punto de leer provocará una sensación orgásmica en tu cabeza, de éxtasis y de sorpresa porque vas a descubrir algo nuevo que maravillará tus sentidos.

Intuición detrás de la desigualdad de Jensen